A MIS BRAZOS - NICK CAVE & THE BAD SEEDS No creo en un dios intervencionista, -aunque sé que tú, mi amor, sí- pero en caso de hacerlo me arrodillaría y le pediría que no intervenga en lo que a ti concierne: que no toque un cabello de tu cabeza, que te deje tal como eres y que, si sintiera que ha de dirigirte, te dirija hacia mis brazos. Hacia mis brazos, Señor. Hacia mis brazos, Señor. Hacia mis brazos, Señor. Hacia mis brazos. Y no creo en la existencia de los ángeles, -aunque mirándote me pregunto si en verdad es así- pero, de hacerlo, los reuniría y les pediría que cuidaran de ti: que cada uno te encendiera una vela para iluminar y esclarecer tu camino y que caminen, como Cristo, llenos de gracia y amor y te guíen a mis brazos. A mis brazos, oh Señor. A mis brazos, oh Señor. A mis brazos, oh Señor. A mis brazos. Pero creo en el amor, y sé que tú también, y creo en alguna clase de sendero que podamos recorrer tú y yo: así que mantened vuestras velas encendidas y haced su jornada radiante y pura que ella regresará de nuevo ahora y siempre a mis brazos, oh Señor. A mis brazos, oh Señor. A mis brazos, oh Señor. A mis brazos. (Trad: Raúl Sánchez).
WATERLOO - ABBA (STIG ANDERSON) Mira por dónde: en Waterloo Napoleón se rindió. Oh, sí: y yo he encontrado mi destino de forma bastante parecida. El libro de historia en la estantería se repite siempre. Waterloo: fui vencida, ganaste la guerra. Waterloo: prometo quererte por siempre. Waterloo: no podría escaparme si quisiera. Waterloo: reconociendo que mi sino es estar contigo. Waterloo: encarando al final mi Waterloo. Vaya, traté de ponerte resistencia pero fuiste más fuerte. Oh, sí: y ahora parece que mi única salida es abandonar la refriega. ¿Y cómo podría negarme? Me siento como si ganara cuando pierdo. Waterloo: fui derrotada, ganaste la guerra. Waterloo: prometo amarte de aquí en adelante. Waterloo: no podría fugarme aunque quisiera. Waterloo: aceptando que mi suerte es quedarme contigo. Waterloo: haciendo frente al fin a mi Waterloo. (Trad: Raúl Sánchez).
MARTHA - TOM WAITS -Operadora: Línea, por favor. (Han pasado tantos años ¿reconocerá mi voz cascada mientras contengo las lágrimas?) -Hola, ¿eres Martha? Soy el viejo Tom Frost: llamo desde lejos, no te preocupes por la tarifa porque hace cuarenta años o más, Martha, trata de acordarte por favor. Quedemos a tomar un café y hablaremos de todo. Fueron días de rosas, poesía y prosa. Martha: tú eras lo único que tenía y yo lo único que tenías. No existía el mañana: habíamos almacenado nuestras penas y las guardábamos para un día lluvioso. Me siento mucho más viejo ahora, tú también eres más mayor. ¿Cómo está tu marido? ¿Y los niños? ¿Sabes que yo también me casé? Qué suerte que encontraras alguien que te hiciera sentir segura, porque eramos tan jóvenes y alocados: ahora hemos madurado y aquellos fueron días de rosas, verso y prosa. Martha: yo sólo te tenía a ti y tú sólo me tenías a mí. No había mañana: habíamos guardado las penas y las reservábamos para un día lluvioso. Era siempre tan impulsivo: supongo que todavía lo soy. Y todo lo que realmente importaba entonces es que era un hombre. Tal vez permanecer juntos no era nuestro destino y Martha, Martha: Te quiero ¿no lo ves? Eran días de rosas, lírica y prosa. Martha: sólo te tenía a ti y tú sólo me tenías a mí. El mañana no existía: habíamos guardado nuestras penas y las reservábamos para un día de lluvia. Recuerdo anocheceres tranquilos temblando a tu lado. (Trad: Raúl Sánchez).
TRILLADORA - NEIL YOUNG Se ocultaban tras balas de heno. Plantaban con la luna llena. Habían ofrecido todo lo que tenían a cambio de algo nuevo. Pero la luz del día se cernía sobre ellos: podían ver cómo las trilladoras se acercaban y el agua brillaba como diamantes con el rocío. Y yo acababa de levantarme: me puse en marcha antes de que hubiera luz tratando de sacarle una hora de ventaja al sol. Cuando vi aquellas trilladoras rodando que parecían ocupar una carretera de dos direcciones de ancho sentí que mi día acababa de empezar. Donde las águilas planean en ascensión hay un vetusto río que se curva por las inmemoriales gargantas del cambio en las que el insomnio aguarda. Busqué a mis compañeros que estaban perdidos en cañones cristalinos donde el filo desnortado de la ciencia apuñalaba las puertas del cielo. Fue entonces cuando me di cuenta de que ya había tenido suficiente: me fundí la tarjeta de crédito en combustible rumbo a donde el cemento deja paso a la arena. Con un billete de ida al país de la verdad y mi maleta en mano. ¿Cómo perdí a mis amigos? Todavía no logro entenderlo. Tenían la mejor variedad. Les envenenaron a base de protección. No había nada que necesitaran: nada que les quedara por encontrar. Estaban perdidos en formaciones roqueras o llegaron a confundirse con los bancos de los parques en las aceras y las estaciones. Esperaban. Esperaban. Así que yo llegué a aburrirme y les dejé allí: para mí no eran más que peso muerto. Mejor coger la carretera sin esa carga. Me retrotrae a cuando tenía ocho o nueve años, estaba viendo la tele de mi madre: se trataba de aquel magnífico episodio del rescate de 'Grand Canyon' en el que el buitre planea descendiendo sobre una autopista de asfalto que giraba por bibliotecas y museos, galaxias y estrellas: desde los tempestuosos salones de la amistad hasta la rosa cercenada por el látigo. El motel de los compañeros perdidos espera con piscina aclimatada y bar. Pero yo no me apeo allí, tengo mi propia hilera que sachar: otra fila más en el campo del tiempo. Cuando lleguen las trilladoras estaré atrapado en el sol como los dinosaurios en los santuarios pero sabré que ha llegado la hora de ofrecer lo que me pertenece. (Trad: Raúl Sánchez).